20120422

El hobby me llama

















Dos o tres veces al año nos juntamos con mi familia a ofrecer lo que sabemos hacer sin que nada tenga que ver con nuestras profesiones. Descubrimos hace poco tiempo que darse maña para otras cosas fuera de lo estrictamente profesional ofrecía placer desde flancos distintos.
Por un lado, para recuperar conocimientos que alguna vez una tuvo y ofrecerle al cerebrito un ejercicio para matar el envejecimiento prematuro obligándolo a salir de la rutina, así como el médico te "ordena" hacer gimnasia o deporte; y por el otro, por la libertad de poder elegir a cuál de todas esas habilidades querría dedicarle parte de mi tiempo libre, sin jefes, sin deadlines, sin dar explicaciones de por qué hoy tuve o no tuve ganas de hacer algo y con el feedback de la familia, los amigos y la propia autoestima.
Alguna vez aprendí a tejer, a coser punto cruz para hacer tapices, a pintar con acuarela y a dibujar técnicamente (motivada por mi extrema apreciación de la perspectiva aunque reconozco que me aburrió un poco). Aprendí fotografía (como todos en mi familia, alentados por mi papá, un gran fotógrafo ocasional), diagramación (cuando se usaba cartulina y letraset), escritura y varias cositas más, entre ellas, jugar al black-jack para ser croupier en Las Leñas.
De todas las cosas que uno aprende, se va quedando con lo que más le gusta. Definitivamente, el Casino no es para mi. Pero de todo lo demás, instintivamente fueron quedando habilidades que definen mi gusto y preferencia por tal o cual cosa. Siento una atracción inevitable hacia los libros, no sólo por su temática sino por su diseño. El diseño editorial es algo que poco he experimentado en mi carrera (aunque lo poco fue con gran éxito, con dos premios ganados por el Libro "El Trece - 50 años", para el cual trabajé como creativa y redactora) pero como consumidora, he dado mucho de mi tiempo y dinero, recorriendo y comprando ejemplares que me llamaron la atención por su diseño de tapa, la novedad de sus materiales y la calidad de sus fotografías.
En uno de mis viajes a Nueva York, me sumergí en la liquidación de Crate&Barrel (casa que nunca dejo de visitar) y quedé deslumbrada por los libros de cocina. El único libro de cocina por excelencia en lo de mi abuela era el de Doña Petrona. Muy actual para su época. Muy retro en la actualidad. Mami sumó algunos libros con temáticas muy específicas de su profesión pero contados eran los que tenían un diseño digno de admirar. Y ante mí, en aquella tarde neoyorquina, se alzaba una biblioteca blanca de varios estantes con libros de cocina y decoración, estratégicamente diseñados para que gente como yo, quedara petrificada y con la boca abierta. Esa tarde compré 4 libros. Entre ellos, uno específicamente sobre mi amigo incondicional, el que me acompaña desde la niñez y jamás me dio la espalda: el chocolate. Deslumbrada por ese libro en particular, pensé en darle un lugar destacado en mi cocina (que en aquel momento era un proyecto en papel) y el día que me mudé, fue lo primero que ubiqué. Pasó el tiempo y el libro cumplía sólo la función de decorar hermosamente el estante de la pequeña cocina hasta que un día, la soledad del domingo me invitó, no a mirarlo sino a leerlo. Ahí comenzó mi interés por el chocolate como fruto y sus derivados, naturales e industrializados. Fascinante. Durante un año, mi tiempo libre fue ocupado en aprender, esta vez, a degustarlo, a trabajarlo y a crear sobre sus variedades, maridajes y conservación. Por primera vez tenía un hobby. "Un hobby caro", me dijo una de las profesoras. Ante esa realidad, nació Amalia Chocoteca.
Mientras tanto, en mi mamá despertaba su habilidad para tejer (alentada por el interés particular de mi hermana por los tejidos) junto con su deseo de aprender joyería (un sueño largamente postergado). A esas actividades le dedicó gran parte de su tiempo libre y así nació "Nosabíaquetejías... y otras cosas". Esas otras cosas son las que han convertido a mi madre en una gran creadora de pequeñas joyas y hábil armadora de bijouterie. Llevamos tres encuentros realizados en conjunto para mostrar, a grupos de amigos y amigos de amigos, lo que hacemos con estas habilidades que ocupan parte de nuestros días. Son momentos de reunión que suman más placer al propio de cada actividad. Los disfrutamos. Conscientes de que cuando se conviertan en una obligación que supere al sentir placentero, serán rápidamente reemplazados por alguna otra actividad. Después de todo, Casinos siempre habrá y el black-jack se juega en todos lados...

20120415

Weekend






Este es Porthos.
Pachorra del fin de semana.